Antonio Ortuño volvió a Noctámbulos,
espacio estelar del Centro Cultural Bella Época, para presentar su nueva
novela: El rastro, editada por el
Fondo de Cultura Económica, y la cual aborda temas como la desaparición, el
secuestro, la violencia y la búsqueda de la identidad.
El viernes 10 de junio este autor tapatío, nacido en 1976,
estuvo acompañado por los escritores Jaime Mesa, Ana García Bergua y Socorro
Venegas, coordinadora de Obras para Niños y Jóvenes del FCE, ante un auditorio
integrado por muchos seguidores de las novelas de Ortuño.
Mesa inició la ronda de comentarios diciendo que “El rastro ha logrado una nueva
definición de novela juvenil: en esta historia no hay adultos porque, cuando
aparecen, todo se malogra. Y esto ocurre a pesar de que es contada por uno,
pero que recurre a sus viejas libretas de juventud para revivir el sueño, las
pesadillas, la legendaria ilusión de que todos fuimos jóvenes”.
Por su parte, García Bergua enfatizó el asombro y la
adicción que le produjo esta lectura, pues entre viaje y viaje, entre clase y
clase, deseaba que el tiempo transcurriera rápido a fin de volver a tomar el
libro entre sus manos, lo cual hizo que terminara la historia en un tiempo muy
corto.
En el turno de Ortuño al micrófono habló de la genealogía de
la obra. Con su estilo característico, desenfadado y directo, indicó que la
idea empezó a rondarle a partir de dos hechos: el primero fue una cena en la
cual quien la ofrecía trataba de hacer pasar queso con chorizo por fondue, y el segundo un episodio
peculiar: afuera de su casa halló los cadáveres de tres policías; los mató un
vecino que tenía un ojo de vidrio.
La sucesión de estos hechos motivó al narrador a escribir
una novela, pero en ese tiempo únicamente consiguió una serie de notas y una
“enorme frustración”. Años más tarde, ante la solicitud de Socorro Venegas,
desarrolló la historia que hoy conocemos, publicada
en la colección juvenil A través del Espejo del FCE.
Ortuño ya había visitado Noctámbulos en enero de 2011 con el propósito de presentar su
novela La señora rojo, editada por
Páginas de espuma. Cinco años después volvió para entregarnos El rastro, obra que nos ayuda a ver los temas que trata desde otro punto de vista, acaso no a comprenderlos,
pues como bien concluyó Ortuño en su presentación: “Escribir es intentar
entender”, por el contrario de explicar.